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112 J,A GLOlllA D& LA HTZA DEL BEY -de quien ha sufrido, ha probado los estados de la vida y pretende educar para Dios y para la Iglesia hijas buenas y prácticas?. .. Preguntaba, ·en cierta ocasión, a una que llegaba de afuera: c¿No has encontrado en el camino alguna -cruz? ... ,. No, Madre, le respondiómuy tranquila. ePues no habrás mirado bien; a veces hasta con pajas caídaa al suelo como al acaso, se forman -~ruces bien pesadas: y ... hay que recogerlas y llevarlas. Nosotras no amamos las cruces si no iiOn de oro o esmaltadas con perlas. P ero ... so– mos esposas de Jesús, no glorificado, sino cruci· ·ficado. Las verdaderas cruces, hija .mla, no son -de madera preciosa y olorosa sino de madera .abyecta y de mal olor. Esta vida es tal, que en -ella es forzoso .tragar más hiel que miel». Podrfamos seguir estampando aquí frases so– brias, de intenso realismo ascético, de una ver– ·dad absoluta, con las que alimentaba la voca– ·ción incipiente do las novicias y sostenía el valor sobrenatural do sus hijas tan dignas de -ella. De esas palabras y de tales convicciones _podremos dedu::ir cómo sería la M. Joaquina junto .al lecho de los enfermos y frente a las di– ficultades de su vida tales como las hemos visto -desarrollarse hasta aquí. Exigía a las que habían -de ser sus hijas que estuvieran dispuestas a todo ·cuanto la obediencia pudiera pedirles. A una .que sufría mucho de sueño le escribía: «hija
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