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110 LA GLORIA DEl LA illJA DEL REY * * * Doblemente madre.-Pero donde el carácter de la M. Fundadora desarrolló una vida·más in– tensa fuó l'n aquel instinto maternal que surgió en olla desdo que el P. J<.}steban de Olot le dijo en nombre do Dios, que debía ser madre espiri– tual de muehas religiosas y que <<ellas vendrían luego» . Levantemos un poco siquiera el velo del misterio que oculta el tesoro <le bondad, de prudencia y de fuerza sorprendentos prodig0,das en la formación de sus Carmelitas. Ya hicimos notar en su lugarque todo el es– píritu y forma de vida de la sierva de Dios trans– piró siempre el olor del movimiento inicial hacia San Francisco de Asís, el Pobrecillo, el Serafín de la tierra, la imagen más acabada de Cristo en ella. El espírit.u ele fervor, ele emoción profunda quo el P. Estoban <lopositú nn ac¡uol vaso pre– eioso durante die_,;,: afws do di mceión trasciende después en toda su obra. J<~lla fué maestra de novicias hasta las perturbaciones sobrevenidas a la Casa Matriz en 1836 cuando fué necesario cerrarla. Decía una vez a la M. Josefa Casañ de S. Luis: «luego que una joven ent-ra en el Novi- ciado, la amo eomo si siempre hubiera vivido }. conmigo•. Las jóvenes que Dios le envió para fundamento de su Obra fueron, casi sin excep- ción muy selectas, almas elevadas y de prendas

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