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108 LA GLOIII& Dlil LA BIJA DBL RlilY -------------------------- tres hermanas, podemos y debemos suponer lo propio, pues la M. Joaquina era la ecuanimidad y' la ternura en su más nítida expresión. Su hijo don José Joaquín, perseguido por sectarios y adversarios políticos, metido en la cárcel, desti– tuido de su empleo en Barcelona, prófugo en Francia, o despojado de su patrimonio del Es– corial, encontró siempre en su madre el paño de lágrimas, la voz de ternura, lntimameni;e conso- . ladora, llevándolo hacia Dios, santificando sus penas y aconsejándole como si no hubiera teni– do que hacer otra cosa aquella mujer abrumada de responsabilidades de un orden espiritual, in· compatible para la mayoría, con las preocupacio– nes de carne y sangre. Admiremos, pues, esa unidad de carácter en situaciones tan antagónicas: admitamos de bue– na gana que, pese a todas las apariencias, doña Joaquina de Vedruna nació para vivir de Dios y para Dios, y lo realizó; pero quo al mismo tiempo vivió para sus deberes del mundo, se adaptó a ellos con una ductilidad prodigiosa, que ha<;ía resaltar más su firmeza y tenacidad congénitas. Supo ser firme sin ser exclusivista y obstinada: supo ser flexible.sin ser voluble ni antojadiza. Desde las alturas de su fe religiosa• iluminada constantemente por la oración y co– municación con Dios, pudo desafiar todas las antinomias de su vida: supo esperar contra toda esperanza; y si el santo director que Dios le de-

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