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106 LA GLORIA DE LA HIJA DEL REY .-sino es en seres privilegiados, firmeza de ca1·ácter a toda prueba y plasticidad maravillosa para adaptarse a todas las circunstancias que ella, con su íe robusta y clarividente, consideraba como providenciales. Que su vocación ~l estado religioso era segura y de buena ley, demuéstra– lo de ¡¡obra la tremenda desazón que de ella se apoderó cuando, contraído matrimonio, se dió cuenta de la realidad i11sospcehada de sus debe– res conyugales; sus lúgrimas Hin consuelo fu e– ron las que arrancal'Ou del cora.v.óu <le Ru esposo D. Teodoro el secreto de ~u juventud tan pare– cido al de ella, y las que sellaron aquel pacto de divinizar su estado, haciendo de su hogar el .templo .de Dios, y de su prole, ángeles adorado– .res, como lo hemos visto realizado. La vigorosa reviviscencia do sus ideales de soledad claustral -al qn11dar desatada de los vínculos conyugales, proclaman, también 61 arraigo ele su vocación primera a los doeo años. Pero, a un tiempo, y como si todo ose mundo ideal hubiera muerto en su alma, vemos a la eE– posa y a la madre identificada con sus deberes, viviendo para su marido y para sus hijos con entrañable ternura dificJlmerite suporable. ¡¡Qué ·prodigio de adaptabilidad no representa aquella vida placentera siguiendo todas las revueltas del camino extraordinario por el que Dios la ·llevaba a su destino en la tierra!! ... Nadie reali– .zó mejor que ella el ideal de una madre so" [

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