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104 LA GLORIA D& LA HIJA DaL REY ción de las profundidades de la vida de Dios; · vuelo y vista de águilas, como los del grande Agustino, son precisos para elevar su mirada y poner su mansión en esas·altu1·as deslumbrado– ras. Oraba en cierta ocasión, la sierva de Dios, acompañada de su hija Inés, todavia jovenilita, cuando ésta empezó a notar que el rostro de su madre palidecía intensamente como si fuera a desfallecer: estaba así mirándola con ansiedad cuando oyó salir de sus labios con voz fuerte y distinta estas tres palabras marcadas con tres pausas notables: ¡¡Padre... .Hijo ... Espíritu San– to!! .. . recobrando luego naturalmente su rostro– su habitual .placidez. En otra ocasión rezaba con sus religiosas el Trisagio y, de repente, quedó arrobada, repitien– do sin cesar, Santo, Santo, Santo, lo cual inte– rrumpió algunos momentos el rezo de la Comu– nidad, causándole luego tal sonrojo que fué a encerrarse on •u c<Jlda por largo tiempo como. humillada ante aquellos resplandores que, sin ella quererlo, salían de su alma. Solamente estudiando a esa luz de arriba la figura de nuestra biografiada, puede el lector marcar bien su fisonomía moral inconfundible, estampada en su Instituto. *:!e * l'isonomía genial de la fundadora.-Cuan– do en .el capitulo n de este libro describíamos l

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