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Inmóviles oíamos al hablador abuelo los nietos silenciosos, sentados en el suelo, mientras él nos decía un verbo de consuelo. j Qué lindas historietas, la del gentil enano y de la reina mora que le ofreció su mano, la del combate fiero del bravo castellano! . ¡Cuántas horas pasamos oyendo aquellos cuentos, con ojos brilladores y cortados alientos, en la oscura cocina, abstraídos, contentos! . . En nuestras almas niñas, los dichos paternales del abuelo que hablaba palabras celestiales dejaron para siempre hondísimas señales. Después, cuando colmaron el alma dolorida las penas más acerbas, al correr de la vida, recordamos los cuentos de nuestra edad florida. Las máximas prudentes, y la palabra pura, y la historieta sabia, y el dicho de amargura, y el gesto del abuelo en la cocina oscura . -82-

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