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Bendito sea el cielo que, a manos llenas, para nosotros tira sus azucenas. Mira cómo blanquean pinos y chopos y se adornan ufanos de limpios copos. Mira, mira la torre de la capilla cuán vanidosa luce rica mantilla. Y el prado, y los trigales, v la floresta, todos visten de gala, todos de fiesta. El trigo que enterraron los labradores está, hajo la tierra, soñando amores. Vendrán después los fuegos del sol ardiente, y de cada peñasco saldrá una fuente, y beberán los trigos de la llanura el agua de la nieve, fresquita y pura . . Mira cómo desciende la nieve casta, que el tesoro del cielo nunca se gasta. -78-