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Yo le escucho atento, dándole importancia, mientras él recita la ingenua lección con el mismo empaque, la misma arrogancia de los siete sabios o de Salomón. y aespués le premio con un dulce beso, (o con caramelos que le gustan más) y va a sus oiabluras, porque es muy travieso, hasta que una zurra le den sus papás. El huele el armario que esconde el membrillo y a la tierna abuela sabe convencer; su campo de juegos está en el pasillo, y sigue a los gatos a todo correr. jÜh mi sobrinito, la gloria de casa, que todo lo alegras con franco reir; ríe, niño, ríe, que la vida pasa, y se acerca pronto la hora de morir. Duerme, niño, duerme, que es tranquilo el sueño mientras crece el árbol de tu juventud; mas nunca en tus goces te olvides, pequeño, de darnos un día flores de virtud. Llavallol, junio de 1926. -76-
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