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EL DOLOR (1) En el templo de mi alma guardo el cáliz del dolor: es el triunfo de mi vida y el regalo de mi Dios. Nunca mi pecho huyó las penas, nunca mi alma huyó el sufrir; (1) Esta poesía puede ser aplicada al "Preludio" del mismo título del Padre San Sebastián. Al componerla, tuve en cuenta esa posible adaptación, con las necesarias liber– tades de métrica. -61-

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