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Euskalerría la hermosa fué mi cuna y es mi premio; y yo no quiero otras tierras, ni otros tesoros deseo, pues sin salir de estos campos fueron ricos mis abuelos. La familia que yo cuido es un rebañito blanco que pace junto a mi casa rico pasto. En tanto, yo allí, muy cerca, silbo y rezo, juego y canto. Los corderos me rodean juguetones, golosos de mis caricias, atentos a mis canciones; y a veces, con sus balidos, parece que me responden. Bendito Dios, que me puso en estas montañas vascas, donde la paz, la riqueza -58-