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tan santo como el cielo adonde miro, tan limpio como el agua del arroyo que he bebido, y tan bueno y alegre como el campo donde vivo. A mi paso, los muchos ruiseñores me cantan al oído concierto celestial para mí solo . Y o escucho . los aplaudo . los bendigo. (No hay bosques en el mundo como los míos!) Llavallol, enero de 1926. -51-