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Pero en el remanso (filósofo grave) nos muestra la vida y el cielo; y allá, en el fondo quieto, una paradoja límpida y hermosa: las claras arenas de su lodazal. El arroyo vive, el arroyo canta con música dulce de paz. Yo llego sediento a la fresca orilla, a mojar mis labios resecos y ardientes; pero antes me siento para descansar, y me voy llenando de grata frescura, de alegría sana, de música dulce de paz. Después, de rodillas, me inclino para darle un beso, y beber sus aguas, tesoros de paz. -12-

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