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-94- Sería ideal que de hecho hubiese ·esas co– munidades o/ esas provincias . . . Pero ef:lo es imposible, donde conviven muchos, y donde no se han suprimido las pasiones. Lo doloroso es que siendo esto verdad, a veces nada se puede corregir ; muchas cosas se dejan por enmendar, porque ya se han convertido en nuevos hábitos incorregibles, o por que e·J Superior mira las cosas con ojos demasiado humanos y con falta de valor para h eri r las f;l'ltas contra la obser– vancia. Seamos prudentes y miremos el proble– ma de frente . . . Lo que ocurre es que pocos dan importancia a ciertas observancias y que tememos crear host i·lidades ·con ciertas recla– mac iones. Pero ·es necesario meditar en 'las consec.uencias . . . ilos defectos no corregidos a tiempo, se h acen habituales, y los hábitos adqu ieren ·la fuerza de una segunda n atura·leza. Y si .por ventura después, otro Superior, con ce– lo regular, trata de remediar el mal, se en– cuentra con la resistencia penosa. H;¡y que re– conocer .en ·el Superior el derecho a lns correc– ciones. . . Se qu iere proclamar un modo tem– peralmental que estime bueno no violentar las cosas, no causar m olestias, so pre texto de una paz viciosa , que sólo se •logra aparentemente sacrificando ·Jos deber·es del cargo y de la voca– ción. . . Pax et non erat pax. Antiguamente el buen Superior ·era el que atend ía con celo y prudencia a ·la observancia de las prácticas religiosas. Hoy lastimosamente, ocurre otra cosa. Ha entrado dentro de las cor– poraciones relig·iosas un nu·evo soplo . . . El es-
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