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-88- nes parecen enemigos nuestros, no miremos allí la ruín enemistad, obra de ·la criatura, sino ia presencia de Cristo . .. "Si una madre tiene un hijo frénetico que s·e alza contra ella y le escupe a •la cara, ella echa •la culpa al fren.esí, y tiene piedad del hijo. . . Ese debe ser nuestro proceder. El Se– ráfico Padre •nos prescribe que debemos ser co– mo las madres ; que debemos amar con amor de madre, porque, si ·la madre ama y cría a su hijo carna·l, ¿cuánto más nosotros a nuestro her– mano espiritual? . . . ¿Qué el enemigo nos ha hecho mucho da– ño? No sería tanto como nos hemos hecho nos– otros mismos; ni tanto como nos hacemos con odiar.!e ... Tampoco sería sin permisión de Dios y sin utilidad nuestra si sa bemos ll evar bien la prueba. Ninguno puede hacernos un mal que Dios no lo permita. Y si Dios lo permite con amar a•! ·enemigo, mirando a Dios, nos volverá la honra que nos quisieron quitar con e·l mal que nos hacen. Es este un punto de grandísima ·fil osofía espiritual; y clara cosa es en las vidas de san– tos que por donde ·los unos p rocuraban dañar– los, de mi'! otros caminos volvía .e·l bi en para ellos. Aquel texto. " Benefacite bis- qui oderunt vos, s'empre ·resulta un be.n·efic·io propio . .. Ese bien nunca cae en el vad o; es un ·enterra r el grano para que se fecunde e n el seno de Dios. Ya hemos d icho otras veces que ·las prue– bas que nos vienen de enemigos, Henen un Di– r·ector o conductor en Dios. Nada ocurre sin que se ·entere Dios de e llo. Po r ·lo tanto pensando

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