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-84- mos del hosr<tal, pero ningún daño l·e hicieron; ni a Daniel los leones ; ni a 'los hebreos el fue– go ... Todo está en manos de Dios. Las cal umnias del mundo como los fue– gos y los l·eones de la cueva nada ha•rán en nos– otros si confiamos en Dios; al f.in todo obedece a su voluntad. Cum ·ceciderit non colidetur quia D minus supponet manum suam (Sal. 36) . El ca3o de Dan i·el es asombroso. Al abismo de leo– nes adonde ·echaron a·l profeta bajaron después, pa ra ser devorados de éllos, los perversQs minis– tros de Nabuco. Salus autem justorum a Domi– no et protector eorum in tempere tribulationis et adjurabit eos D¡Jminus et libe·rabit ·eos et eruet cos a peccatoribus et salvavit eso quia speraverunt ineo ... A veces 'la sencil·lez y confianza en Dios se manifiesta en mi·lagros. No solamente hemos de confiar en que nos sacará bien de todo mal, sino que ta.mbién se adelanta Dios a defender– nos de nuestros enemigos cuando así cumple a sus design ios. Entre muchos casos para confi.r– mar esto se me ocurre el siguiente: Hace poco mencionaba en otra plática una ·leyenda desconocida de la Historia de San Fran– cisco. La descubrió Humberto Cosmo y la in– corporó a su obra "San Francisco de Asís" el P. Fracchinetti. En esa 'leyenda •leernos este epi– sodio gemelo del que ya citamos otro día. En aquellos tiempos San Francisco y Sta. Clara andaban juntos, evangelizando los alrede– dores de Asís. Un día de invierno yendo a·l Vale Gloria se detuvierno en Soello. Era en viernes día de mercado. Penetraron en un a'lbergue ates– tado de gentío y pidieron de .comer. Con el de-

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