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- 76...;.... Folig·no y San ta Teresa. . . Otras dan su alma entera en "SPndas :autobiograf.ías. . . ·Resuelta– mente dice S:~n Pablo : Veniam autem ad visio– nes et revela tiones etc.... Todo esto si no fue– ra cosa de e !!os y ocurriese en un compañero o coetaneo nuestro d iríamos: ¡falso! , j impruden– cias !. . . j soberbia!. . . j Qué fácil es atacar a o t·ro de soberbio e imprudente! Hay efectiva– mente cosas inadmisibles y que chocan a·f buen sentido como imprudencias. Mayores que las de San Francisco al en– viar como dicen a un compañero casi desnu– do a predicar? . . . Si hoy viéramos a un superior ordenar a un •novicio que desnudo de •la cintura para ar·riba subiese al púlpito y dijese todos sus pe– cados, ¿qué diriámos? ..• Yo entiendo que en esto de la prudenci<J generalmente el éxito define el caso ... Fraca– só? 1 mprudenc ia. Venció? Prudencia . . . A l hombre :fe sugestiona el éxito y ·la posición . .. Veamos un caso enseñador. Conocí a un padre y a una religiosa que al escribir s·us asun– tos, por temor a ·los ·respectivos superiores y a ser sorprendidos por sus émulos, se firmaban con nombres fingidos. El, "LucHo" y ella, "Magdalena". Cayó una carta en poder de la su– pe·riora ... ella •la comunicó con el superior y se armó el tolle-tolle ... El caso era sencil.físimo y sin ninguna ma– l icia más que el que·rer evitar malentendidos y enojos . . . Ante Dios era asunto da-ro y pru– dente ... Pero ·la sospecha ·tomó cuerpo a•l ver ias firmas fingidas, y de ello creció 1a mala -reputa-

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