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-71- pero no canoniza al religioso. Los procedimien– t·os ordinarios de 'la gracia se convierten en po– deres extraordinarios cuando uno quiere poner rcsoluc:ones f i·rmes en el corazón. Todos somos !·Jamados a la perfección y santidad. Sancti eri– tis qu ia ego sanctus sum . . . Temer esos caminos de perfección no es sab idud a sino cobardía. Los engaños mismos r¡:.;e pueden ocurrir en la mística no ocurren ci.l<~fll:lo uno procede con obedi·encia y humildad. Indirectamente acusamos a Dios de !·lamamos a un terreno peligroso y falso .. . y acusamos il ios santos de temerarios en exceso. . . No hay nada de esto, sino nuestra cobardía y fa·l– ta de resolución. En terce r ·lugar creemos que ya hacemos Instan te con ir tiran•cio. P·r·esuponemos que con no pecar gravemente estamos asegurados. Mientras tanto olvidamos que venimos ,lCJUÍ non ex voluntate ca rnis, sed ex Deo". Las Rraci as inmensas que Dios nos comunica para la ela boración de la santidad se fustran " ¿Ut quid perd it io haec?. . . Meditemos bien .. . r·.,Jeque enim aliquoties peccati magnitudo sed peccantis digni tas attenditur. . . No mira– r.:: Dios zcaso la magnitud de nuestras fa:ltas co– mo la desidia, la pereza y la cobardía de nues– tras almas. Nos contentamos con bien poco. Con cua t ro pequeñeces del servicio Divino no podemos quedar t ranqui·los . . . Pero nos tiran IJs criaturas y en ellas queremos descansar . . . " Non tibi sufficit nisi qui te creavit quid– quid aliud apprehenderis miserum est" dice San Agustín. . . No es posible que descansemos en cl·las. Sólo Dios nos puede descansar y 'llenar.

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