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- G8 - pierde, ni más apreciable que el mérito y el cie lo eterno que no se pierden. La pa·labra de Jesucristo merece meditarse; el que pierde su reputación y fama por mí este la cobrará. "Na– da de lo que se hace o se pierde por Dios mere– ce menos que una eternidad." Pero qué ¿valemos tanto como nos apre– ciamos;> ¿Tu quis es? Poco es decir: "caña que piensa" Sería más propio afirmaT: sepulcro que hierve en gusanos . . . "In te ipsum •redi". La fama y la estimac:ón ajena no eres tú ... Ca– da uno lleva en su fondo interior harto por qué menospreciarse. . . La historia inédita personal hace meditar ... ¿Tú qué eres? No por que el cadáve·r se oculte bajo :la losa del sepulcro, deja de ser cadáver asqueroso. . . Nadie quisiera desenterrarlo . . . Noli foras ire, te diré con S. Agustín . . . "No vayas fuera de tí" en busca de elementos para apreciarte a despreciarte In te ipsum redi. . . Al contacto con nuestro yo interior se desvanecen nuestras pústu:las de vanidad. . . fijemos en la mente este pensa– miento de San F·rancisco: nadie es más de lo que es delante de Dios. . . Lo que sabe Dios de nosotros ; ved ahí el medidor de ·lo que so– mos y va'lemos; ni un mi.fí.metro más ni un mi– 'iímetro menos.

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