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66- De semejantes casos tuvo mil, nuestro Ju– nipero, en su amor al desprecio propio. La pru– dencia de ·la carne y hasta la prudencia sabia, juzgaba aquello excesivo; pero a Junípero siem– pre 'le parecía poco. Bu-eno será -recordar aquí un suceso genial. Un generoso y pío bienhecho-r quiso tenerle unos días consigo, por ve-neración al santo fraile. Jun ioero no quería accedAr ofen– d'do porque le parecía que •le aprecia·ba. Recurrió al superior el bienhechor; éste ordenó a Jun ípero que se aqu iet¡¡ra dando contento al caba!:erc. Obedeció junípero, pero consideraba por te das partes qué haría pa ra hacer cambiar el buen co-n– cepto que de él tenía el bienhechor. Optó por ca– llar por completo y se hizo el mudo; ni una sen– ci-lla palabrn !e di rigió a-1 buen señor ... Conduci– do al lecho pasó la noche en oración. Por ~a ma– ñ.:ma s:n decir palabra ni de saludo, ni de despe– dida, dejando el lecho mal arreglado, todo re– vuelto el cuarto, se ausentó. . . Viendo el ca– so, creyó e1 cab<~llero que aque·!lo no •lo podía hacer un cuerdo, y al que hasta entonces lo mi·raba •por santo, •lo reputó insano. . . Al sa– berlo dijo Fray Junípero ; Tandem obtinui ne circa me bonus vir dec iperetur et qualis sim talem me esse praedicaret". . . No son todos los siglos espectadores de un ser tan singular. Junípero tuvo el privilegio de asisti·r a •la muer– te de Sta. Cl ara (1253) y debió rr.orir él hacia 1258. Ha quedado como un símbolo de humi'l– dad y menosprecio propio. No seremos cierta– mente como el, pero él debe influi-r para que no seamos nosotros tan amigos de la prc¡.¡ia gloria, que olvidemos ·la doctrina del propio me– nosprecio, a fin de ·llevar siquiera, con paciencia la humHiación que nos viene por permisión de Dios o por voluntad de ·los Superiores.

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