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-64- se elabora de elementos que flotan en el ambien– te; y es necesario no olvidar esto, para cuan– do haya necesidad de examinar los m<l'les que estamos obligados a remediar. Quien ·colaboró a crea•r un ambiente de opinión de infamia contra un prójimo, tiene mucho que examinar en orden a restituir ·la fa– ma. . . En esta vida vivimos más que de rea– lidades de opiniones. Quitar ·la buena opinión o fama del prójimo es matarlo. • Pero ahora decimos que •la doctrina del menosprecio, por obra y gracia de nuestra vo– luntad, no debe 'llevarnos a escandalizar con nuestra conducta perdiendo el buen nombre ; si– no que ·qu iere decir, que es preciso ir luchando constantemente contra •los brotes del amor pro– pio, de exagerada ·estimación propia, aproVe– chando las ocasiones de aceptar, si no con gus– to, con paciencia, .Jos motivos de humillación ... Tienen para esto •las Comunidades ·religio– sas una práctica tradicional, vieja y unive•rsal– mente recibida; en eso estriba su importancia. Es el capítulo de Culpas que nuestro Waddin– ¡::o llamó : "Culoarum eluendarum officina" . so– bre lo que el Rmo. Padre Perciceto escribió un bello libro como todos sabemos ... Es de indu– dable utilidad para las Comunidades y pa•ra el ejercicio del menosprecio individual, el Capít ulo de cu•lpas. No han caído ·en desuso .. . Es decir: es– tán en las Constituciones; pero prácticamente casi es una mera fórmutla. . . Lo cual no deja de ser una lástima. Por un temor tal vez exce– sivo de que algunos puedan molestarse, se •re– duce a poco su eficacia. No obstante, los pre-

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