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-59- bre las olas de ·la mar; es sembra-r en e·J aire, lanzar al viento magaritas preciosas. Hay que puriHcar la intención, y cuanto más elevados sean nuestros motivos de obrar, en proporción sube e·J valor de la obra. . . Hay que gerarquisarse, sobrenatural izarse . . . De ahí que los motivos individud es y de amor propio que son tan ·rastreros nos dejan siempre tan lejos; y en cambio Jos motivos de abnegación nos encumbran tanto ... . Quaerite primun regum Dei. A este moti– vo principal pueden acoplarse otros secunda– rios dependientes de él. Por ejemplo el bien y lustre de ·la Orden, la paz doméstica, la tran– quilidad propia, etc., etc.; y aún puede uno solazarse por e·l bien que le resulta de una obra buena con tal de que esta obra se haya empe– zado y terminado bajo una razón eterna en una gerarquía de valores. Puede el hombre equivocarse en la apre– ciación de los motivos; pero aunque objetiva– mente se equivocara, si subj•etivamente e 1 evó el pensamiento a un orden superi o·r. el mismo mal puede servirle de mérito, Acordémoncs de aque– Jola o'lila de Fray Junípero .. . /1. 1 reprenderle ·el superior contestó: Putavi Pater me recte fecisse (Waddingo IV página 108). Aquel revoltijo y mezcolanza hería la pobreza y la prudencL1, pe– ro Fr. junípero lo santificó . .. De ahí ese inmenso panorama .en la histo– ria en que aparecen hasta unos santos contr-3- rios a otros, pero cada cual pensamos que obraba según Dios, Y•' de hecho todos merecían. Dis– seruerut in rebus gravissimis Augustinus et Jero– nimus; pero la disidencia era de apreciación, la

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