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-36- Ya dij imos que a veces ,fos mismos va– r.:>nes santos se contrariaban mutuamente pa– ra mutuamente ejercitarse en ,fa paciencia, o para que de ·la división de pareceres resultase un mayor bien general No se entiende bien las del i·cadezas del amor divino, en lo mismo que llamamos, persecución, contrariedad, tribula– ción . . . Nos quedamos tontos pensando cómo Di os puede persegui,r a unos, por medio de per~ sonas justas; cómo permite ciertos sucesos que parecen van derechamente contra sus obras ... Como permitió que un Santo como Juan Cri– séstomo fL.:·cra hasta a·rrojado de -la si·lla Patriar– ca-l. En todo ello anda el secreto designio de nuestra mayo·r perfección o mayor bien por otro medio que el que nosotros pensamos. Nunca h¡¡– bría santo ni perfectos si sólo habían de sedo a place·r o contrariándose sólo cuando hubiese pa– ra el lo buenas ·razones en derechura. Así debe ser, porque hemos de creer en la Providencia de Dios, y porque mientras seamos humanos no podemos ver, pensar y querer to– dos del mismo modo ... Las mismas acciones humanas son como imá– genes que tienen diversos visos o facetas, y se– gún .!es anteojos con que se miran nos resul– tan de un modo o de ot-ro. Si -las miramos con anteojos de corta vista, agrandadas, y si con crista~es de color •rojo, encarnadas. Sin culpa de 'los ojos, sino de los anteojos la misma cosa, sin dejar de ser la misma, se re– pre~en ta variada. Pero lo que al hombre dis– grega Dios reune; ·lo que nosotros desordena– mos, Dios lo armoniza. San Pablo creyó que lado. San Bernabé al revés. Y esto motivó su di– San fví: rccs, le estorba.ría e-1 fruto del aposto-

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