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-203- ma y de sus relaciones con Dios. La parte de la teología católica que atañe a la vida mística queda manca e inexplicable sin la intervención de los dones. Ult·imarnente, ha habido un floreci– miento estupendo de !a ·literatura de los dones. A ningún teólogo y mucho menos a ningún prac– ticant-e de ·la virtud, le es Hcito desconocer •lo que han enseñado los PP. y •los DD. acerca de los dones. La teoría completa de la vida ascé– tica mística depende de -la interpretación de es– te tema como dice el P. Ciubert S. ). en sus "Etudes de Theologie mystique", página 159, sobre todo el estado místico, a que se tiene tan poca afición, tal vez, por desconocer la influen– cia de estos factores de reserva que hay en el a-lma desde el bautismo. El estado místico se caracteriza .por ·la contemplación infusa en l_a que ·el alma ·movida por ·los dones y por la cari– dad y amor de Dios contempla ·la unidad de Dios, la Trinidad y los at-ributos consciente de la pre– sencia div·ina y de la dulzura y de la inefabWdad que entraña y que gusta. Cierto que este esta• do ·interior existió siempre en la Iglesia desde el comienzo de élla, más sus formas y las ma– nifestaciones fueron preoisándose, según iban desapareciendo las herejías y errores de doctri– na. No obstante, aún después de establecida la auténtica doct·rina católica, la determinación de la parte sobrenatural de estas manifestaciones fueron objeto de discusiones. Es que en los pri– meros siglos no se tenía clara distinción de 1lo natural y sobrenatural, ni aun en San Aguetín, que fué el primero en establecer .la !"elación en– tre las manifestaciones místicas y los dones del Espiritu Santo. Esta relación substanci<tl y fun– damental fué poco a poco <telarándose y se con– cretó en •los teólogos de la Edad Media sobre todo de Jos siglos XIII . y XIV. Deben, pues exa– minarse los dones como elementos místicos;

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