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-15- Discurso. La infantilidad del alma, tan vivament·e pin– t.Jda en los numerosos sucesos de los antiguos radres, no se reproduce. Según ·la condición de los tiempos nos contagiamos de libertad y pre– icndemos vivir sin obediencia a nuestro que– rer ... Ci·erto que se practica hasta con heroísmo muchas veces. No es menos que heroica la obe– r'.'encia continuada en ciertas situaciones de la vida religiosa. Para los que no son muy lla– mados a la vida de austeridad exterior, es este un n mino de oro .. . obedecer es mortificarse in– visiblemente; es amar constantemente, es orar fervorosamente, expia·r eficazmente. Aque•lla frase que se hizo célebre en boca de San Francisco y luego en pluma de San Ig– nacio: "Ad instar cadaver" es la norma de la perfecta obediencia . . . Como muertos, pero .:on vida .para hacer todo con e·l pensamiento de perfeccionarnos ... Muchas veces la obediencia podrá ser bue– na. sólo ilaturat• men.te ; cuando cuesta poco po– ner en ejecución lo que ordenan, o se ordena lo qu·e agrada, o se procede por motivos de •, imple amistad y mientras a unos se obedece con gusto, porque son de nuestro temperamen– to. humor o bando, a otros se ·les rehusa la obe– diencia sendlla, y si se obedece se hace con cincuenta mil protestas y murmuraciones ... <'n todos estos casos la obediencia es más ma– l erial que meritoria. Debemos valorizar los .1ctos. Si el motivo de obedecer no es la auto– ' idad, y sí la persona; no es el deber, sino la .• mistad no hemos hecho g·ran cosa. Los segla– "'s y los militares obedecen, muchas veces en , ".e sentido. . . Pero obedecer porque se rece-
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