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-161- de ciencia no son para todos; .pe-ro, temo que muchas veces no tengamos aquella envergadura doctrinal conven iente para combatir el error, n1 aún pa·ra exponer la v-erdad ·en su entereza ... Nos falta el amor a la verdad , .por que el amor nos haría buscar el objeto amado, y nos inspira– ría dudas sobre nuestra pr-eparación suficiente pa ra defenderla y proclama-rla ccnvenientemen– te. Esto nos .lleva a decir, que es necesario pro– curar ·estudies más firmes y más extensos; que no basta un barniz ligero de conoc:mentcs, por– que tampoco estaría bien que -llamados a defen– der la verdad, nos vié-ramos obligados a contes– ta•r: yo no sé eso; doctores tiene la Iglesia que io sabrán •responder. Eso está bien ·en :los ~egos y seglares, pero no estaría bien en nosot-ros. No todo se puede saber, pero hay que trata-r -de es– tudiar aquel·las mat-erias ·en relación con el mi– nisterio, a fin, de desempeñarlo con honor. Mient·ras pasarnos horas enteras en ·lecturas livianas y de recreo sin asunto propio de nues– t-ra profesión, abandonarnos, tal vez, el estudio de materias precisas para mejor desempeñar nuestro ministerio. No podemos desconocer que la literptura es necesaria para exponer temas y conocer la ·fisonomía y modalidad de •la época. Pero, de esto a :lo otro hay gran trecho. Esto no debe ser excusa para omitir lo :primordial. Por lo demás, no debemos tampoco desco– nocer el tema: del veneno de un Qlave1 . .. Amemos -extrañablemente la verdad re– ligiosa corno un tesoro, y eviternos empañarla coo lecturas pe'ligrosas. " El veneno de un c-la– vel" no se siente al aspirar su aroma, pero influ– ye en la sangre espiritual , de por vida. Una sim-

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