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-160- tura mental de transacciones de ·conCII;aciones con el error. Las lecturas av·eriadas, pero pul– cras y amenas, con su secuela de grabados al desnudo o semidesnudo, hacen erosión en nues– tro interior, y aunque no se pi·erda la fé_, se pier– de su pureza, su robustez su eficacia. Así nos alejamos del ·espíritu de aquel vir catholicus, San Francisco de Asís, que tenía en su a·lma en– trañada ,Ja máxima pur-eza de amor a la verdad católica. La verdad •religiosa reclama todo nuestro amor como una esposa casta y beNa; como una madre santa y pura. El pan de la verdad, dlce San Lorenzo Justiniano alimenta por igual a :los ángeles y a los hombres; a ·los hombres iluminan– do, a los ángeles deidificando. A los Israelitas les dió el Señor el alimento con que se susten– tara el -cuenpo, y a nosot-ros la fuerza divinal con– que se sustentaran :las almas. La verdad ·religiosa es •luz y amor. La ·luz tiene pasión por ilumina·r, el amor por calentar. jesucristo que es la •luz y es amor, es :la mis– ma verdad: Ego sum veritas, lux quae illuminat, omnem hominem. Nos quejamos de que los seglares no se ins– truyen; que no gustan de lect•uras sanas y cató– licas; que sólo se cuidan de novelas y de dia– rios, que sólo si<I'Ven para entretenerse. Ello, es verdad. No hay apetito de ·lo bueno. Cansa el manjar fuerte porque están flacos y pobres los estómagos. Pero, esto que con •razón lamenta– mos en los seglares ¿•no tiene parte en los re– ligiosos? Es natural, que nos tiente la curiosidad; pero, no es vi-rtuoso el dejarnos •llevar de élla, desouidando ot·ros menesteres. Libros, fuertes

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