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-159- cía incorruptible y que no tenía motivo alg-uno para violar el tálamo conyugal. Ocurre también que e'l amor a la verdad nos conmueve profundamente. Vivimos felices en sus brazos. Nunca sospechamos una s·educ– ción de parte del error. Pero, .f!egó un día en que el corazón se hallaba ca·nsado, en que t<l l vez la conc iencia se ha-l·ló p erturbada, y de pronto una obra, un -re lato, un argumento, de que antes no hacíamos caso, nos hace vacilar. . . Es temi– ble el ataque del e·rror seductor en hor¡¡s amar– gas . .. Es .preciso huir de :las ocasiones de per– der el candor. Las ocasiones son pelig-re>sas. Las aguas poco a poco filtran por 1las pa·redes de casa o mojan la viga de sostén o v;.n ablan– dando el terreno y en un momento de violenta sacudida sísmica viene todo al suelo. El amor a la ve rdad religiosa ·reci3ma pri– meramente, instru irnos cada vez mejor en ella; después proclamar!¡:¡ val ientemente en ·la vida y siempr-e evitar todo ·lo que pueda empañarla o comprometerla .. . Muchas veces acudimos como por ·recreo a un jardín literario de flores amenas, sin sospe– char la presencia de una vívora entre sus tallos de esmeralda ; pero puede ser que la vívor<J sal– te a ·la mano y nos cause una herida. P~ro, en lo espiritual el pe-liP.ro ge-ner3:mente es in.v·isitJoje. nos creemos bien firmes en la verdad, más sin damqs cuenta, la verdaq se enferma por influen– cias de lect•uras y de amor a ·la e~hibición y nó– toriedad. Si no hace perder abiertamente ,¡a fé, causa ese vaivén de tentaciones y dudas que ha– cen vaci-lar; y aunque no afloj~n la ·moral del co– •razón, sin darnos cuenta, llegamos a un<J texitu-
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