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-150- afectos, con mermas de verdaderos va·iores. Hay necesidad de un análisis cordial, y de poner so– bre él la marca divina de la caridad. La caridad de Cristo nos unió y debe prevalecer sobre todo ot·ro afecto particular ... La unión de espíritus se debe realizar practicando un sano franciscanismo, a saber: buscando y procurando todos empaparnos en ·ideas y experiencias históricas que atañen a ·la Orden para segui·rlas. En ·la vida de Comunidad es interesante en extremos, esta unión aún para el prestig;o de la mi~ma Orden ante 1los seglares; porque en épo– cas de divisiones y de opiniones discordes, fácil– ment·e las luchas rebasan ·las tapias y paredes del convento, y la gent·e se entera "et si sex– centa miracula edant, dum dissident inler se ridiculi omnibus erunt". Aunque se hagan cien– tos de milag·ros si se nota división en los mo– radores todo redundará ·en un espectáculo ·ri– dículo. Por tanto hace faolta desarme de pasion– ci-llas y afinidades .extrañas ante el tipo de per– Fección franciscana: Desa·rme; vencimi·ento pro– pio ... La caridad necesita el combustible de esos sac·rificios en que arde lo demasiado humano, llámese am•brc:ión, rivalida·d, enemistad . . Cierto que en las casas de religión hay har– tas virtudes, pero, todas tienen que nutrirse del sacrificio. Deben terminar, por la caridad, todos esos motivos de sospechas y pugnas, incluso esos si•lenc:ios es~udiados; porque hay a·lgo que se Nema la conspiración del si-lencio por miti– vos que radican en el propio amor, y acaso en pequeñas rivalidades. Mala y pésima es la adu– lación, pero no se diferencia, antes se une por el

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