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-145- Sabían que e·l que podía hacer brotar flores deli– cadas en el muladar del campo podía también sacar victorias de •las derrotas y premio de la humi·lla·ción. En todo evento •la esperanza nos sostiene. ( 1 ) · Nunca nos engaña el pensami·ento de obrar esperando en Dios. El religioso tiene necesidad de esta virtud, sobre todo cuando .Je asalta la tentac ión del des– aliento. La lucha ·es constante. La vida común bien llevada es como un ma·rtirio. Las ma·las in– terpretac iones de lo que se h'lce, son muy crue– les. Pero, decimos: Dios ·es el que vé el corazón "ipse intuetur cor hominis". Ve ·nuestro cora– zón y el corazón de los i·ntérpretes. ¿Sufrimos por equivocaciones por ma las voluntades, por enemistades, por rivalidadesJ lps·e intuetur ho– minis cor. La vida es breve. ¡•Pero, qué ri:::cs me– recimientos habremos allegad::J en tantos años de sufrir o de s·ervir ·resueltamente en la Comuni– dad 1 Es •necesario no olvidar que v1v1mos corto ti·empo y que al morir se nos abrirá el cielo de las promesas hecho rea lidades. Todo es poco para lo mucho que esperaremos. La pena breve, la gloria perpetua. Hay pues que vivir ~on el corazón en el cielo. Sunsum corda .. . Esto de levantar a·l cielo el corazón, es fru – to de vida interior y es el •recurso de toda a·lma que desea vencer en el dolor. El Seráfico Padre exclamaba que la gr2ndeza de aquel premio que esperaba ·l-e hacía fáciles todas las penas. Es tan grande el bien que espero, que todo sufrir me es ligero. (l) Col'f•ugiamt"; ad tenedam prc>posit.a m spem quam sku; fl n~ ho:sm anL-ns.·e ha·!>e.mu.s tutaf!l et fir– mam (Hebr. VI-19).

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