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-143- al verrrs traicionados o relegados. E•l hombr~ ew>fsta ,Jf;ece recom"'ensas por .Jos servicios que se !e hacen, siempre a base de su interés, por~ que se le sirva buscando un provecho personal : Pagará o no pagará la promesa, pero, aún pa– gándola, mide el galardón par e:J prov~cho que él le reporta. El hombre es limitado y busca na– tlJraiment·e ·refuerzo a su •limitación en la coo– peración ajena. De ahí que si •la coaperación que se -le presta no le conviene por cua lquier motivo, no •retribuye. A veces enouenrra con– fJi,r:to entre su provecho y el provecho de·J coo– perador, y en este caso, se desentiende de la cooperación por fiel y ·leal que sea. N:. se pue– de poner la esperanza en el hombre, y ma.Jdito es el que se apoya en t!l brazu de otro hombre, olvidándose de Dios. El brazo de caña h cilmen– te se quiebra y nos deja en una situac i!>n dura, sin los se·rvicios prestados y sin •las p;omesas ofrecidas. Ma·ledictus horno qu i confi c! it in he– mine (jeremías XVII) . Es necesario conocer que muchas veces se hace desesperante el desengaño porque así Dios ·lo dispone, a fin, de que entendamos que sólo El es fiel cumplidor de promesas. La carrera cristiana que se Heva adelante con •los ojos pues– tos en el cielo es siempre .Jucrativa. Nunca fra– casa el fiel servidor de D:os. Podrán f.racasar sus empresas ; podrán h udi·rse sus ·ideales tempora– les, pero, nunca fra casa su esperanza. ¿.Para qué quiere Dios nuestra cooperación? De ahí que, ha·rtas veces, El mismo procura que se desmoro– nen nuest·ras campañas empezadas por su glo– ria, a fin de que se purifique más y mejor nues– tra intención. ¿Para qué le valen nuest·ros servicios? El

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