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-126- ut ardeam ·etc.... •Pero, es ·u·na virtud indispen– sai:Jie para la perfección. De eso vamos a tratar hoy. Disc11rso: Una ·cosa es la 1mortificación buscada y otra cosa •la mortificación tot·erad~. Bueno es .P?.rar mientes en ·los r,-randes pe– nitentes de •la Orden, como s~nPedr6 de A!cán– ta·ra, o el Beato Berna-rdo de Corleon, y aunque no en tanto grado, todos ·los antiguos amasaban su vida en esta m orti ficación de aislam ientos, ayunos, azotes y privac iones. Lo que ellos h icie– -ron debemos imitar nosotros por lo menos en algún grado. Debemos buscar la mortificac ión de ·la carne según el consejo de San Pablo, a fin de v-ernos ceñidos con el d!icio de·! d;::!()r c:::mo guarda de ·la castidad. Con pesar •las deudas que te-menos con– traídas por nuest.ros p ecados, y la obligación d e 4r adelante ·en virtud, parece que fu era bastan– te para anhelar siquiera algunas mortificacio– nes corporales. Cierto que la mortifica-ción cristiana es más interior que exterior; pero también es induda– ble que no se pract1cará debidamen te la inte– -rior sin .la exterior. Debe humi·llarse ja came para docilizar el espírit-u. No es posib le go– zar de •espi~i,tua·les consolaciones gozando ce consdlaciones corporal·es. Gracias a Dios, n unca ha olvidado la Orden este medio de ? t::··:L• al b ien de las almas. las almas se alijeran, cobran vuelo cua•ndo el cuer– po que las agrava se sien~e sin pujes. El cuerpo ·rebelde hace rebelde el alma. El cabal·!o brioso y mal domado, es d ifk::i·l de goberna-r.

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