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-9- el texto del Libro Sagrado: Omnes quilsua sunt quaerunt" . . . En la historia de toda Orden hemos tenido que llorar muchos tumbos de hombres muy es– piritual·es y muy sabios, porque en sus afanes buscaban el triunfo de un ideal que ·estaba más en su egoísmo que en su abnegación. . . Las caídas de Miguel de Cesena y Ubertino de Ca– sa·!, de Bonagracia de Bergamo, del mismo An– gel de Clareno, al f in, per·egrino fuera de la Orden, nos dicen que en la misma espirituali– dad más austera puede introd\lcirse eil amor propio ocupando el lugar del amor de Dios .. . Es un caso fulminante el de Bernardino Ochino... • Pero además, debemos reconocer que la pri– mera auwe~idad es la austeridad del corazón; y el prirriér vencimi·ento, ·el de sí mismo. Que en todo viva y reine la voluntad de Dios aunque sea a nuestra costa . . . Ved ahí un programa ideal ... Los acontecimientos prósperos o adversos nos enseñan que por allí anda Dios, procurando o permitiendo las cosas que acontecen. Está bien · que se procure lo bueno, y con todo corazón ; pero ·está mejor que se reconozca en todo y siempre la mano de Dios. Sobre todo en ·los males que nos ocurren per– sonalmente ¿cuántas vec~s at.ribuímos a 'la ma– la voluntad de los hombres lo que viene ordena– do de Dios? Bien puede ser que .Jos hombres pro– cedan según sus pasiones, inj-ustamente. . . Pe– ro también es evidente que flada ocurre sin la permisión Divina . . •

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