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--96- la otra vida el silencio le ha hecho emmudecer para lo temporal; calla sobre todo lo que es del tiempo, por– que le enajena lo eternoD. Dicen como Mónica l'n su éxtasis: "Volemos al cielo, fieles". Esta juventud precozmente caduca sin sabiduría del alma, porque no sabe tener un silencio cordial en horas convenientes, ha perdido la facultad de apre- ciar los tesoros, e invierte los valores. · Habla muého con panegíricos ditirámbicos de ·todo lo que pasa deslumbrando la vida y ofreciendo un efí– mero placer, y calla ante la verdadera vida y el ver- dadero placer de los corazones. · El valor de los hombres debe medirse con la canti– dad de silencio que imponen a su corazón o por la cantidad de soledad que son capaces de soportar. "El sol del silencio madura los frutos del alma'', ha di– cho Maeternick. La cantidad de diálogo interior que el amor puede realizar y que es capaz de resistir frente a si mismo, valoriza enormemente a todo sér mortal. · Todos sentimos algunas veces la tentación de medir nuestra estatua fí~ica, ¿por qué no hemos. de pensar en medir nuestra estatua moral? La frivolidad del ex– terior que evapora el amor que se utilizapara vivir, crea ideas ingrávidas, desarticuladas. Vivimos cons– tantemente en estado gaseoso. No podemos conde– narnos en el interior, en el silencio del corazón ¡Qué pobre es eso !... Los momentos solitarios y silenciosos son de un in– tenso valor psicológico. Callar ante los hombres y ha-. blar ante Dios son las actividades necesarias al es-
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