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-73- bre que lo consume hace decir locuras a la razón. Siempre será verdad lo que afirmaba Pascal: el co– mzón tiene raíces que no alcanza .el pensamiento. Se nos antoja un misterio, ese influjo de la moral cor– dial sobre lo ideal mental. Sin embargo basta una sen– cilla observación para darse cuenta exacta de sem~jante fenómeno. La cabeza está dominada por el coraz&l. La libertad de la idea está condicionada con la libertad de los sentimientos. El error és es– clavo de una idea absurda, y no se da cuenta de ello cuando la pasión del alma ha forjado los griiios mo– rales que lo encadenan. San Agustín lloraba este fenómeno en si mismo al decir: "detenctus sum non alieno ferro .sed mea ferrea voluntate. También debe recordarse el pensamiento de San ·PablQ: "captivantes intellectum". Cuando se está bajo el dominio de una pasión se desplazan todos los métodos libertadores del campo de la conciencia, porque parece grata la esclavitud. De aquí que al corazón. dominado y esclavo no se le puede hablar de rectitud, de pureza, de santidad. Todo eso lo tra– duce en hipocresía. Cree que nadie puede practicar esas virtudes; que no hay santos, que DQ hay seres puros porque la virtud y pureza están ausente de su interior. Enceguecido por el formidable imperio de un error hecho de preocupaciones, vive constan– temente en pura cautividad inmoral ... Equivocando vocab!QS y .corrompiendo diccionarios, llama libertad a esa esclavitud moral, y clama como un redentor salvaje por la libertad. . . que él practica; a saber: por el derecho a vivir en la prodredumbre del cora– zón. Cadenas de hierro, fuertes como la muerte for- .

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