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-61- no se remedian: se· sueltan y viven como si nuncR se hubieran conocido, después de haberse perjurado cincuenta veces antes de ir al altar, y en modo solem– ne ante Dios en el altar. . . El hombre sin concien– cia, que por buscar una postura más· cómoda rompió tan solemnes juramentos, no merecía nombre de hon– rado, ni que se creyera jamás en su palabra; porque lo mismo que en eso tan sagrado, y con la facilidad que en eso, procederá a faltar a su palabra en todo otro asunto .si el asunto le inquieta o molesta su carácter singular. Sobre las leyes individua:Jes están las del orden general, y el amor que ordena el matri– monio de modo indisoluble, ha mirado a través de dos seres a todas las generaciones ; y en virtud de un principio de suprema sabiduría ha decretado que es más necesario atender a la ley general del bien público que a la comodidad del carácter privado. Se– ria horribl!!mente escandaloso y perjudicial para h sociedad que un sujeto tuviese el derecho de faltar a sus compromisos, porque le son molestos. Sobre to– do, en el caso presente, hay un perjuicio enorme .en daño de inocentes. ¿Qué culpa tienen los hijos del · desacuerdo de los padres ? .¿Con qué derecho 'se les dió el sér si después no habí-an de ser atendidos, co– mo era debido, en el escenario del mundo? . El amor ordena el matrimonio a base de. sacrifi– cio. Nadie dijo jamás que en el matrimonio sólo hubiera encantos. Los que se unen deben saber que no se casan para recoger flores sin espinas; para eso tienen tiempo de pensar las consecuencias y de repensar las situaciones. La ley impone deberes di– fíciles, sacrificios constantes. No ha rodeado el Crea-

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