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-20- Otra vez es la poderosa marea de tos vientos des– tacados que opone un obstáculo insuperable y hacen un giñapo de esas aves de acero, y las lanza haden-· do acrobáticas muecas al abismo. . . . En la rrlejor de las suertes el piloto enfrena y abate ·el vuelo y con prudente cautela pone proa a tierra, El amor moderno, vuela con desesperado motor. La vida le brinda -espacios anchos, dilatados, para holgar; pero también le ofrece ejemplos horribles en qué estudiar. No se puede volar ·a toda altura ni bajo todos los climas amorosos ... El amor 'se resiente pronto; se le· consume la gasolina de la vo– luntad o de la ilusión y no puede · continuar volan– do. . . El empeño de seguir amando cuando el fren– te se condensa para resistir, o se revela para ·hun– dirle, es locura. No hay carne para tanto amor. No hay amor para tanta carne. Al amor verdadero'-le basta con poco peso. . . El amor con demasiado peso material no se puede despegar. Si sube, bajará en horrible catástrofe . . . . El lastre que necesita el co– razón lo prepara Dios en las "condiciones" de la vi- - da. Las experiencias múltiples desengañan a los cuerdos; enloquecen más a los necios. Las impru .. dencias y audacias se pagan caras. . El aviador científico nunca será un osado. La osadía es una debilidad científi-ca, es falta de regu– lador. Lo prudente es dar al corazón el vuelo que puede llevar en buenas condiciones. No hay que "su– primir" el vuelo; hay que ·regularizarlo. Pero cuando el aparato se ha hecho inútil, porque el motor tiene un desgaste fatal o la hélice carece de velocidad su– ficiente hay que legislar el ''paro forzoso". No es

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