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e 1 • .:.-•• .• • - 163- Ahora la moda ha entrado en el santuario del ho– gar, y esa moda ·supone instintos de muerte. No importa; el amor mata, cuando debería produ– cir la vida; y contra esta manera de matar .no 4ay otro Código que el de Dios, y el de la conciencia; sino que la conciencia y Dios no montan tanto en la balanza de la consideración social moderna, como la libertad y el alivio de las cargas naturales- Siempre prevalece la influencia relaxática de una educación que comenzó por ser de tela-araña, y acaba por sem– brar la muerte en los hogares. Desgraciados los que no aman más que los cuer– . pos, formas o apariencias. Otra muerte se lo arreba– "-'-. tara todo .... Sin embargo, débese reconocer un amor luminoso como la aurora con sus tintes rojos y de color de gra– na, que va anunciando la presencia de un nuevo sol. Es el amor que se iluminó de eternidad y de fe. No se puede pedir lógica a la pasión. El amor que mata reemplaza a este amor de fé. ¡Qué dolor! · Cuando" es verdadero el cariño y fluye del alma, las afecciones del hogar buscan la eternidad para los sacrificios, y es un consuelo. Este cariño de lo infini– tamente grande que es Dios y su recompensa, y de lo infinitamente pequeño que es el hombre y su miseria, anida en los ·corazones cuya lógica, respecto a la fe, es racional y es obligatoria. El hombre a. veces, guiado por un amor que se en– contró a su pa,so olvida de ser malo, pero también olvida de·ser bueno. El que olvida de ser malo busca la ordenación del amor en el matrimonio. Pero olvi-

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