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,, - 162 Estamos perdidos. . . El nuevo vivir ha creado un nuevo amor. Bien dijo el romántico Vktor Hugo, qué: "El amor e~ la vida, cuando no es la muerte. Es una cuna, pero también un ataúd". En este ataúd van encerrándose tradiciones de pu– dor y bellezas 4e amor, que otrora fueron tesoros de la mujer. · El amor no tiene términos medios: "o pierde o sal– va". El amor nuevo ha perdido al género huinano, inje'rtando en los corazones el genio de la muerte, aún la muerte de los pueblos, por el camino de las frustaciones conyugales. · Es en vano, que la autoridad Papal, desde su Cáte- · dra augusta, extienda su mano protectora, avizoran– do los confines de la humanidad y anunciando des– garramientos y dolores incalculables. Es en .vano que la vitalidad teológica de los púlpitos derrame so– bre las almas que se llaman fieles, doctrinas purifi– cadoras y sentencias que impongan terror a los que– brantadores del derecho humano a vivir. La mujer y el hombre no se prestan ni a fuer de racionales, ni a fuer de católicos a la audición sumisa de la pa– labra augusta. "Se ha dicho que ·una .de las magnanimidades de la mujer es el "ceder"; pero la mujer difícilmente cede contra.una moda, aunque sea fácil en ceder an– te una pasión. · En los hombres a .la moda hay cierta pedantería que complace a las mujeres y ellas van a remolque de ellos.

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