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- 160 -- zón, comienza a emborrachar el sentido racional, de– jando paso abierto al irracional. Basta una gota de vino, para colorear un vaso de agua. Un sentimiento demasiado carnal ensucia todo el contenido del corazón de la mujer. La blancura del alma en muchas jóvenes se pare– ce a las nieves, mientras no aparezca sobre su ho– rizonte el .sol de un amor que las deshace en agu:t para convertirlas en lodo. . . · Si no hay cosa ínás digna de adoración, que una inocencia de dieciocho años, tampoco hay nada más digno de reprobación, que una educación que pone en las manos de esa inoce.rÍcia, los elementos, que pue– dan convertirla en una pasión . .. Las modas y costumbres de actualidad; la convi– vencia y trato íntimo de nuestros días, entrañan nu solamente un peligro, sino que abren un abismo para la blanca juventud, que pronto deja de ser blanca a' contacto del vaho impuro que brota y se exhala de un amor que mata. La poesía ha dicho que la mirada del hombre deb(! mostrarse más religiosa ante una joven que le ama que ante ·las estrellas que aparecen en el horizonte. ¿Pero, acaso puede ser esto algo más que poesía? ... Cuando el hombre es vida y es carácter, la po– sibilidad de conquistar su deseo, debe convertirla en mayor r espeto. Mas, éstas son filosofías, que no se profesan en la .escuela del moderno amor; por eso nuestros filósofos se han materializado. Las teorías, aún las morales, que otrora se imponían al corazón, hoy se desligan del pudor, ante la presen– cia de la viva realidad.

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