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- 158 ma "edad del amor" nunca lo fué en el sentido de referirse al elemento orgánico, o sea: la aptitud para el amor físico. Es decir ;. que la juventud vive matán– dose cuando violenta su naturale~a so-pretexto de su edad de amor. Ciertamente, que los componentes ima– ginarios y sentimentales de la pasión amorosa hacen en esa época su aparición, pero no hay que confun– dir a estos elementos espirituales, de suyos psíquicos, · con aquellos otros elementos orgánicos. El - uso temprano de las funciones que se conside– ran no sólo naturales, sino como una condición nece– saria para llamarse "hombre", resulta una maquina– ción de muerte, una degeneración o privación de vida necesaria para el desarrollo del sér. Es un absurdo semejante uso en la edad temprana, so-pretexto de amar, porque ese amor mata; como no sería prudente exigir, sin un absurdo, a la espiga, el grano maduro, cuando los campos están verdes to– davía. Este equívoco fqnesto, escribe don Gregorio Ma– rañón, ha amargado la vida de innumerables jóvenes que se creen después ineptos para la vida del amor. Las leyes de la naturaleza no se pueden anticipar, aunque digan otra cosa, los manuales de erótica, com– prados clandestinamente. La anticipación sexual, precoz, inhibe el desarrollo físico. Yo estoy seguro - añade el citado doctor - de que una de las razones de la talla baja y mengüe– dad física de muchos pueblos meridionales, se deb·.~ al comienzo prematuro de la vida sexual. Esto es: la continencia juvenil es un precepto eugenésico de pri– mordial importancia.

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