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-153- le llevó el joven diplomático, resultó infructuoso, aun– _que sólo por mantener y alimentar aqu<>l amor me– reciera severa crítica. la Palladi, lo mismo, y con más razón, el autor de Pepita Giménez, a quien, no la her– mosura de la marquesa, sino su conversación brillan– te y variada sedujo perdidamente. La marquesa era dama de grande y sólida cultura, poseía el atractivo (.'le la edad madura, y no tardó mucho etl ser la admi– ración y el ídolo de aquel m.:uchacho ,que triunfaba en la corte de España y originaba más de un escán– dalo político, pero que no logró sus intenciones res– pecto a La Muerta como denominó el duque de Rivas a la de Bedmar, pJr su aspecto enfermizo y lívido. Valera la asedió fatalmente consagrándole versos como el siguiente: "Tus sienes circundó la inteligencia de resplandor; pusieron los amores en tus labios esencia y fresca miel de delicadas flores. La rara discreción puso en tu boca, alto discurso y el amor su acento: éste, sueños dulcísimos evoca; aquél, eleva al cieio el pensamiento. Amame: a suplicártelo me atrevo; si no es digno de tanto quien te adora, de tu misma hermosura te enamora, que aquí en el alma retratado llevo. El amor conyugal es como el "ramo .de azaHares de cera", blanco con tiernas hojitas verdes en los capu-

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