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-152- una casa de juego, y después sirvió ésta de maniquí en la casa de Labille y aprendió a vestirse con elegancia, que era lo único que le faltaba a su hermosura extra– ordinaria para cautivar los ojos del rey. Juana no pensó más que en su situaciónsin preocupada la per– sonalidad de sus amantes. Al día ·siguiente de cono– ·cerla el rey en una cena, exigió que se la presentaran, y luego que se la casara, a fin de dar a la aventura una apariencia conveniente. Para ello se hizo venir de Tolos·a a Gui.Jlermo Du Barry hermano del Conde, quien terminada la ceremonia partió sólo, siendo la Du Barry instalada en Versalles para escarnio y ultra– je del amor conyugal. Pero el castigo del amor ultrajado no perdona: Por el camino de la vida, errante, tú también - como yo - gustaste el fruto del desengaño amargo ... Grave dolor tu espíritu anhelante postró por fin y le vistió de luto, y al débil corazón hundió el letargo. Como cantó Juan Valera a su amada Lucía Pa– lladi, marquesa de Bedmar, a quien el "joven" es– critor y aprendiz, entonces, de diplomático, conoció y amó ardientemente en Nápoles. Pero la duquesa Lu– cía Palladi y marquesa de Bedmar, princesa viuda y casada a la sasón con Don Manuel Antonio' Acuña, décimo Marqués de Bedmar, grande de España, del cual estaba separada no por causas imputables a ella, dió durante los amores de V,alera pruebas de forta" leza y de virtud, porque el largo asedio amoroso que

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