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144- sión" de intervenciones "ajenas" que enconen el al– ma. El amor conyugal debe viajar siempre en "mono– plano" .. . y" hacer la travesía "sin escalas" ... de este mundo al otro ... Los aterrizajes comprometen cuan– do no son necesarios. En el estadio marital, el cam– po abierto, mira. al cielo. . . Sin la esperanza en esa dulce arribada al término de la vida no es fácil man– tenerse en "estabilidad moral". Hay que mirar mu– chas veces al cielo, para no perder la ruta del amor para .tener valor en las luchas; para dar cima al de– ber conyugal, que es criar hijos para el cielo. "Hacer bien por el bien" es un ideal muy sublime, pero tampoco basta. El corazón es débil para tener constancia moral "sólo por estética" Sería una · simple utopía de que es inútil hablar. El bochornoso pretexto de no poder mantener la unión conyugal para provocar un divorcio, es una "vergüenza" de la civilización moderna del que no se "avergüenzan" los faltos de religión. Careciendo d~ la vista hacia el <Cielo, la tierra es todo ; y la tie– rra enceguece con su barro .. . La escala del divorcio tiene la medida y el nivel del progreso en la crimina– lidad conyugal. Es también una medida de la morali– dad y de la cultura de un pueblo. La historia moderna deja establecida esta paralela línea!: "divorcio y cri– minalidad". De ese modo la desgracia de la sociedarl aumenta .en proporciones alarmantes. El divorcio se presenta ante los espíritus menos perspicaces, como el triunfo de las pasiones sobre las ruinas del ·amor conyugal. No basta en la actualidad establecer que el' divorcio es contra el orden divino; hay que hacer

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