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-141- San ·Isidro y su mujer, Santa María de la Cabeza. Es:que Dios que ordena el matrimonio, acude a él con todas las gracias necesarias para santificarlo. Mas, no es éste nuestro caso. . El amor conyugal que desde la época patriarcal favoreció la santidad por el ordenamiento de las fuér– zas vivas de la naturaleza encauzadas por la gracia, es hoy tópico caído -en menosprecio ... No hay amor conyugal. .. no · hay más que amor que une, pero no perdura en la unión. La familia se ha relajado, porque se ha relajado el amor de los cónyuges. El precepto de "dos en una carne" no tiene fuerza obligatoria para los actuales cónyuges, libres del ordenamiento religioso. Se casan con pala– bras prometedoras y ardientes. . . La eternidad pare– cería corta para el fuego que parece llevar en acción su corazón; pero, por desgracia, bastaron unos me– ses, unos años para gastar el combustible cordial ... El amor en vez de acrecer se agota; busca novedades, se arroja en el extraradio del deber; se enloda en el cieno de la quimera amatoria. El matrimonio no fué una "comunión de almas" sino una condición de cuerpos. El cuerpo pierde su poder radioactivo, según se va ·enfriando, o se va enfriando •a la medida que se va gastando, y vienen luego los conflictos morales y so– ciales ... El corazón se hace una manigua .de afeccio– nes extrañas. El ciclón desvastador de la lujuria hace lo demás ... El ciclón negro rompe los diques del hogar, y asolamientos y ruinas siguen a su aparición tormentosa. El hombre en vez de ser hombre de recia envergadura moral para la defensa del hogar, resul– ta arista leve, llevado por el viento 'huracanado. ·.. El

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