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-140- más ... amor. Renace cada día de sus cenizas, como el ave fénix, y es el mismo sol de cada mañaYJa "Aiius et idem" .. . Con ser muy humano y muy natural, con el tiempo parece hacerse alado, y convertirse en ultra-temporal, para seguir siendo vida y encanto en su condición de casi extra-terreno ... La unión de un día se perpetua en luz de eternidad. El amor conyugal es alimente. del cariño mutuo, y se torna cada vez más brillantl3 y tierno en la misma ancianidad. Su respiración coti– diana sobre el sagrario del corazón obedece a una le:v de gracia sacramental que al dar perj¡etuidad al acto conyugal, da también consistencia a la unión de los corazones. . . Flota sobre todo lo accesorio y se eleva sobre la misma muerte ... El amor conyugal es santo. y puede ser padre de santos. Santa Delfina se santificó en el tálamo de San Elceario; Santa Isabel de Hungría se hiw admira– ble maestra de virtudes en su matrimonio con Luis. San Estéban, rey de Hungría, tuvo una esposa que es "beata", siendo él "santo" y un hijo santo tam– bién, con el nombre de San Emérico. Mientras Esteban es el gran fundador y apóstol de la nación ma~iar, su esposa santificada en el tálamo real, es protectora de las madres y fundadora de Iglesias. En cambio su hijo San Emérico, es el tipo de castidad viril en niedio de los combates y del fausto de la Corte. Junto a ellos podemos recordar a San Ladislao, héroe y san– to, tenido por el más vaJi.ente soldado de su tiempo, Y a la beat'l Margarita, que se ofrece a Dios por la salvación de su pueblo. El amor conyugal no entibió jamás la virtud de

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