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-134- ¡;íritu aunque repentin:amente, y por momento; y suspirando por aquella eternidad, dejándonos allí las primi·cias de nuestra alma, nos volvimos a nuestro común modo de hablar, donde la palabra suena para ser oída, y se comienza y se acaba. Pero ¿qué cosa hay Dios y Señor, semejante a vuestra palabra que ~ubsiste y permanece en si misma, y lejos de poder envejecerse, renueva todas las cosas? Decimos pues: si cesara eternamente la ruidosa inquietud que cau– Ean en su alma las impresiones del cuerpo; si no la conmovieran de algún modo las especies que por ·la vista y demás sentidos corporales recibe en la tierra de las aguas y de los cielos: si aún la misma alma no hablase consigo misma y como olvidada de si no se detuviese a reflexionar sobre si misma y se despren– diese también de los sueños y de las relaciones ima– ginarias; si finalmente, cesaran todas las locucion~s que puede un alma percibir de las criaturas, de mo'do que ni le hablaran con palabras de la lengua ni por medio de signos o de señas, ni de otro cualquier mo– do de hablar sucesivo y pasajero, sino que enmude– ciese todo lo criado, después de haberle dicho ]o que rstán siempre diciendo estas cosas criadas a todv tl que quiere .oírlas, esto es: no nos hemos hechÓ a nosotras mismas sino que .nos hizo el que perma– nece y dura eternamente . . . Si dicho ésto callara eternamente todo lo criado y guardando un silencio profundo todo el universo, como para atender y es– cuchar al que le crió, entonces hablase él sólo a aqu J– lla alma, no por medio de las criaturas, sino por si mismo, de modo que oyésemos su palabra, no de bo– ca de hombre ni de voz de ángeles ni medbmte
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