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-132- peranzas. La calma infinita les espera más allá de las fronteras eternales, y logran inmortalizarse en él amor y en la unión con el Bien Supremo. ·MI!chas cos¡ts de este amor pueden aprenderse en las vidas de los santos, Y' sobre todo en un contraste soberanamente conmovedor y purificante en las "Conf€siones de S. Agustín, cuya enorme influencia literaria mística aún no se 'ha escrito por pluma de hombre. Esas almas que se solazan con "Efusiones de amor" pueden encontrar en sus páginas maravi– llosas, donde revolotean enjambres de ideas y · de sentimientos divinos, el fomento más acendrado y puro para su corazón. No son simplemente "virutas de fuego, pajuelas de oro"; son llamaradas, de un amor hondamente sentido, místicamente sentido, sobre to– do en el pasaje de su coloquio con Santa Mónica en el puerto de Ostia. Allí se verá cómo prende el fuego en su cora- . zón, a la muerte de su amigo querido, relatado en el capítulo ·IV, donde se lee que sintió tanto su pérdida que se llenó de tinieblas su corazón, y que en todo cuanto miraba no veía otra cosa que .la muer– te; que su patr.ia le servía de suplicio, y que la casa de sus padres le parecía la morada más infeliz e insufrible; que todo cuanto le había sido común con él se le tornaba ·cruelísimo tormento, viéndose sin su amigo ... Bien se ve aquí el fogoso corazón de Aurelio de Tagaste mientras vivió juven y literato en la ciu– dad, donde Dido, la enamorada amante de Eneas de- · rramó por éste tantas !~grimas, como Santa Mónica por su hijo, entregado ~1 vicio aristócrata y elegante.

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