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-131- Las imperfecciones humanas impiden la divina fu– sión de los dos amores, divino y humano, que con el socorro de la gracia se realiza en la unión mística; y los sentidos tienen que veTter toda su miseria pe– cadora, y el alma tiene que purgar todo su reato de malas inclinaciones, a fin'<ie que en el amor "místico" se encuentren Dios y la criatura en perfecta confor– midad. Estas almas místicas ponen un cielo de cari– dad y de paz sobre el mundo que las sostiene. La transfiguración de las almas, semejante a Ja trans– figuración de Cristo en la Resurrección, es un milagro de amor de Dios, en recompensa del amor de la criatura. De aquel místico centro de unión sa– len renovadas y transformadas en nuevos seres. El ainor místioo se convierte en transformativo; y cuando el amor transformativo, transfigura a las almas, exclaman: "no soy yo el que vivo". Vestidas de Cristo, Cristo vive en ellas. "No importa que el dichQ.SO místico cubra su cuerpo :eon el sayal de la penitencia; su alma está rodeada con la radiant~ vestidura de Cristo: "In Christo transformati". En– tonces, como el Seráfico Francisco, canta a compe– tencia con los ruiseñores la alabanza de Dios Den– ~ro llevan el cántico mejor. El alma: es un verso su– blime de gloria; y al terminar sus días se precipita como un sol deshaciéndose de su incandescente ma– teria, y arrojándose a los espacios infinitos, excla– mando: "cupio disolví et esse cun Christo". Sublime y grande estirpe de cristianos. Viven en una categori", moral tan alta que ante los pobres mortales que los vemos y los oímos, parecen de otra raza. Al fin mue– ren envueltos en una azulada nube de infinitas es-

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