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:._ 128- En la tierra no admiten otro goce que el deseo del cielo; ni otra Tecompensa que la futurn esperanza. Son a la manera de mansas ovejas vestidas con piel de lobo que viven con la librea mundana para mejor emplearse en el bien. Eso las hace parecer "munda– nas", con todas las malas intenciones del mundo, y por eso a veces sufren el dolor de la calumnia, y son ovejas en .el sllierificio. Tienen el interior de las re– ligiosas y el exterior de gente de mundo. Cierto que en parte esto facilita su misión en la tierra; llegan a todas partes sin el recelo que inspira un velo o un hábito. En todas partes se presentan para llevar las al– mas al bien sin ser notadas... Son puntos de .enlace entre Dios y el pecador, o entre la Iglesia y el siglo. No obstante muchas. veces necesitan refugiarse en , el Corazón de Jesús, dentro de los Sagrarios para ·afirmar su unión místi1:a. El mundo enfría el co– razón. La conducta secular debilita el esfuerzo del amor; pero cada día se renueva su fuerza al reno– varse su amor en las comunicaciones sagradas. El amor "mís'tico" es "unión con Jesucristo" y busca siempre las cosas de Cristo. Son criaturas como nosotros y son ángeles sobre nosotros; flores de amor que levantan su aureola. en todas las chozas de las miserias; y aves del cielo que ostentan su plumaje de virtudes en todos los hogares y en todos los pueblos. Llevan los ojos fijos en el cielo. Tienen el abis– mo obscuro d~ lo contingente y de lo terrestre en su hase; lo infinito, lo eterno en sus sienes; sím, bolos hermosos del templo católico, y, según San

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