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- 106 - mos una cosa o simpatizamos con otra. Son fenóme– nos de psicología "inferior" que deben corregirse con el esfuerzo de la psicología superior y de la pruden– cia. Se ha dicho; el ·corazón ama como el cerebro se– grega pensamiento y bilis el hígado; pero a tiro de ballesta se ve que éstas son afirmaciones gratuitas mecanicistas del campo materialista. El amor no se puede confundir con el producto o compuesto químico. El amor, r epetimos, es de noble abolengo: resulta de un acto mental que conoce y aprecia el bien y de la voluntad que abre el apetito para desearlo. La ten– dencia espiritual hacia ese bien apreciado como con– veniente, eso es ·amor ... Cuando los hombres han considerado todos los se– cretos de la vida y conocen a la mujer, la amarán o dejarán de amarla, en relación con la vida y con la utilidad que les reporte. Generalmente hay engaño en . la apreciación de esta ,utilidad. Por lo · corriún lo confunden con el placer o algo material; pero en los momentos "críticos'' de una elección de por vida, pa– ra asociar a .sí a una compañera del hogar, se tien– tan mucho antes de decidirse. Entonces estudian, ana– lizan, ponderan lo que será ,su compañera, como ·un comprador de joyas la perla que ha de comprar, para regalársela a una princesa. · Para Napoleón I, había mujeres "tesoros" y muje– res "dijes". El hombre cuerdo escoje el "tesoro" para compañera de la vida. Las "mujeres dijes" cuestan mucho y sólo sirven para el lujo. En un tren de realidades es infinitamente mejor el "tesoro". Se ha repetido que el amor es el "principio vital" de feminidad. Damos por averiguado, que no hay fe.

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